Autor: Jonathan Truppman
Edición: 7ª
Resumen: En esta época de la popularización del arte, está de moda hablar de ese mercado como si fuera una institución eterna que ha existido desde el principio de la humanidad. A pesar de la facilidad con la cual usamos estos términos, la relación íntima entre el mercado capitalista y el arte es un fenómeno reciente. La tendencia hacia la comunicación y la expresión que produce el arte tradicionalmente ha tenido una concepción fuera de lo económico. La estética estaba relacionada con un cierto grado de pureza, o por lo menos respeto, lo cual ha estado presente en toda la trayectoria artística occidental desde los griegos hasta los existencialistas. Sin embargo, este imperativo que nos conduce hacia “el arte” también ha aparecido en nuestros valores colectivos, tanto en los sentimentales como en los económicos.De manera tradicional, un retrato de la familia servía como un recuerdo y también como un testamento de la riqueza de esta familia. Ahora esas tendencias se han multiplicado hasta el punto de crear un mercado fundamental, como los que existen para el azúcar y el petróleo. En la modernidad y posmodernidad el éxito de un artista no gira alrededor del patrocinio de un rey o una familia de nobles, sino de unas estructuras económicas que dan valor a su creación. Vivimos no solamente en el tiempo de «la democratización del arte» sino también de la capitalización del arte.